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El Tigre y el Dragon - 06

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Rurouni Kenshin


El Tigre y El Dragón



Wingzemon X



Capitulo 6
Venganza tal vez



Shanghái, China
15 de Octubre de 1877 (4574 del Calendario Chino)


- Tranquilos todos. – Contestó el albino, agitando una mano; en realidad no tenía idea de quién era ese hombre que se disculpaba o si debía o no aceptar su disculpa. En lugar de esto, prefirió concentrarse en el verdadero protagonista del incidente. – Hei-shin, Hei-shin. Creo que no estamos siendo muy buenos anfitriones. El señor Amakusa se ve un poco estresado. ¿Le han ofrecido algo de beber? Relájese... fue sólo un baile.

Enishi volteó a ver al castaño con una amplia sonrisa, a simple vista amistosa, pero que no hizo más que incrementar su enojo, pues fácilmente era capaz de ver a través de su máscara. Claro, que en cierta forma, era una máscara bastante transparente, pues en realidad Enishi, no tenía intenciones de esconder nada.

Sin decir más, el líder del Feng Long comenzó a caminar hacia un lado, y todos le dejaron el paso libre; era casi como ver a un grupo de vasallos abriéndole camino a alguien de la realeza.

- ¿Les parece bien si salimos de la pista? – Comentó mientras caminaba. – Creo que estorbamos.

Xung-Lang se apresuró rápidamente, parándose a medio metro de la espalda de Enishi, y siguiéndolo, mirando frecuentemente con desconfianza hacia los extraños, aunque dos de ellos no eran tan extraños; él también los había reconocido del incidente del día anterior.

Hei-shin también comenzó a seguirlo, siendo escoltado a su vez por sus cuatro guardaespaldas. Sin embargo, antes de dar el tercer paso, volteó a ver hacia la orquesta, la cual se había detenido tras lo ocurrido, y de inmediato el segundo del Feng Long les hizo el ademán con la mano de que continuaran, orden que obedecieron de inmediato y la música continuó.

Un minuto después, el jefe y subjefe ya estaban afuera de la pista del baile; sólo unas cuantas parejas continuaron bailando, el resto prefirió volver a su mesa. Esperándolos hacia donde se dirigían, se encontraba Hong-lian, con su puro en la boca. Ya no se encontraba acompañado de su esposa.

- ¿Todo está bien aquí? – Preguntó el anfitrión de la fiesta, tomando su habano entre los dedos.

- Sí, claro maestro Hong-lian. – Contestó de inmediato Enishi, manteniendo la misma naturalidad de siempre. Seguido, se giró hacia atrás, notando como sus "invitados" también los seguían, aunque no todos de buena gana. – Ellos son...

- Ellos son el señor Amakusa, y el señor Kaioh, nuestros invitados. – Interrumpió rápidamente Hei-shin, dejando a Enishi con la palabra en la boca.

Enishi parpadeó confundido un par de veces. ¿Por qué había hecho eso? Se le ocurrían dos posibles razones. La primera era que suponía que él no sabía quiénes eran aquellas personas, y por lo tanto consideraba su responsabilidad realizar las debidas presentaciones, antes de que fuera a decir algo que no era. La segunda, era que intentaba de alguna manera mantener el "control" del asunto, pues sentía que era su asunto; él era quien había tenido contacto previo con ellos, y prácticamente quien los había invitado después de todo. Claro, había una tercera opción, que era el hecho de que estaba molesto por lo de hace un rato atrás. Cualquiera que fuera, Enishi no le dio mucha importancia; al final de cuentas, daba igual quien presentaba a quien.

- Oh, claro, claro. – Contestó Hong-lian con cierta indiferencia, como si se tratara de un tema que no tuviera que ver con él. – Los cristianos, ¿no?

Shougo y Magdalia parecieron sobresaltarse ligeramente ante esa forma tan despectiva de pronunciar "los cristianos"; lo hacía sonar casi como si hubiera dicho "los perros", y de cierta forma estaban casi seguros de que esa era su intención oculta.

- Sí, los cristianos. – Agregó Hei-shin, y luego se aclaró un poco la garganta. – Dado este "incidente" que acaba de suscitarse, creo que será mejor posponer nuestra reunión para otro día. Sería lo más prudente, espero nos comprendan.

Kaioh se sorprendió al escucharlo decir eso, y viró de golpe su mirada hacía el subjefe del Feng Long. Una sonrisa forzada surgió en sus labios, aunque ésta era apenas visible.

- Ah, por supuesto, lo entendemos. – Contestó el hombre rapado, sabiendo que ese "posponer la reunión", podría ser lo mismo que cancelarla para siempre.

- Tonterías, Hei-shin. – Intervino Enishi de pronto. – No fue nada importante, y ya todos estamos aquí. No veo ningún motivo para postergar esto, ¿qué opina usted, maestro Hong-lian?

- Me agrada tu optimismo, Enishi. – Asintió el mafioso, sonriendo ampliamente. –Estoy de acuerdo. ¿Les parece bien si pasamos de una vez a la sala reservada para la reunión?

- Muchísimas gracias, a todos. – Murmuró aliviado Kaioh, volviéndoles a hacer una reverencia discreta al frente, y de nuevo esto no le pareció divertido a Shougo.

Los tres líderes comenzaron a avanzar, pero "los cristianos" se quedaron quietos. Si Shougo Amakusa tenía aunque sea un poco de ánimos de asistir a esa tediosa reunión, habían desaparecido luego de esa experiencia. Lo único que quería en ese momento era largarse de ese sitio, y mientras más pronto mejor. Pasó su brazo derecho alrededor de los hombros de Magdalia de forma protectora y se dispuso a caminar a la salida.

- Kaioh, ve tú solo. – Exclamó con seriedad el castaño, Kaioh estaba por girársele e intentar persuadirlo, pero de inmediato él puso las cartas sobre la mesa. – Ya tuve suficiente de esta gente. Te dije desde un principio que no quería meter ni a Sayo ni a mí en este asunto, y ahora mira esto. Te esperamos afuera.

Shouzo y Magdalia no dijeron ni una palabra. Shouzo estaba más que convencido de que eso era lo correcto, y compartía por completo la opinión de Shougo. Magdalia no estaba del todo de acuerdo, ya que, aunque eso significara estar de acuerdo con aquel individuo. Lo ocurrido no había sido nada grave, o malo como para que su hermano reaccionara de esa forma. Sin embargo, rara vez contradecía alguna de las decisiones que él tomaba, así que decidió seguirlo sin protestar.

- Hey, señor Amakusa. – Escucharon como la voz de Enishi los llamaba. Él y el resto se detuvieron al ver que sus invitados no los seguían. – ¿No nos acompañará acaso? ¿Le preocupa dejar sola a su hermana? No se preocupe, yo me encargo.

A ninguno de los presentes le agradó mucho la forma que había dicho "yo me encargo". De inmediato el albino se les volvió a acercar; Shougo simplemente reaccionó ante esto, endureciendo más su mirada y pegando a su hermana más contra él. Pero Enishi no se dirigía específicamente hacia ellos, sino más bien hacia la multitud que bailaba

- Oigan, atención todos, escúchenme, ¡Paren la música un segundo! – Exclamó con fuerza alzando una mano, y de inmediato la orquesta volvió a callar.

Como era de esperarse si se trataba del jefe del Feng Long, todos obedecieron sus palabras y desviaron su atención hacia él. Incluso los que no habían oído, notaron como otros lo hacían y los imitaron, o fueron informados de oído. Un minuto después, casi todos los ojos de la sala estaban en dirección a donde Enishi estaba parado.

- ¿Qué estás haciendo? – Escuchó el albino que Hei-shin le murmuraba en su oído izquierdo, con notoria molestia ante lo que hacía.

Sin embargo, Enishi lo ignoró y continuó con lo suyo. Comenzó entonces a hablar con un tono fuerte y claro, digno de cualquier discurso.

- Seré breve señores. Tenemos una reunión corta pero importante a la cual atender en estos momentos. La señorita, ésta que ven aquí, es mi invitada de honor. – Dijo mientras con su mano señalaba hacia Magdalia; en un segundo, todos los ojos se desviaron de Enishi hacia ella y su hermano, los cuales lo sintieron de inmediato, pero no pudieron decir nada pues se habían quedado sin palabras en un sólo segundo. – No está acostumbrada a este tipo de reuniones tan concurridas, así que les pido de favor, a todos los asistentes, que no la molesten; de preferencia ni siquiera le hablen, ¿de acuerdo? Y si alguien ve a una persona, quien sea, molestándola – En ese momento, alzó su mano derecha, colocando su dedo índice y medio contra su sien, simulando que estuviera sosteniendo una pistola. – le doy permiso a todo miembro del Feng Long presente, de volarle la cabeza a dicha persona, ¿está bien?

Magdalia y sus acompañantes se sobresaltaron al escuchar tal declaración, y su reacción no fue del todo diferente al resto de los invitados que lo escucharon. Hei-shin simplemente se tapó la cara con la mano, mirando a otro lado prácticamente lleno de vergüenza ajena. ¿Cómo podía ponerse a dar ese tipo de espectáculos? Hong-lian, por su lado, simplemente soltó una de sus distintivas carcajadas, pues todo eso le parecía realmente divertido.

- Bueno, a excepción del chico éste. – Agregó apuntando en ese momento a Shouzo con su dedo, el cual parpadeó confundido ante su supuesta mención. – Al menos que alguien lo considere necesario, claro. Sólo no le ensucien su vestido a la señorita, ¿de acuerdo? – De nuevo todo fue silencio, y todos lo interpretaron como una afirmación positiva. – Entonces, continúen con la fiesta.

Un poco dudosos al principio, la orquesta continuó la música. A partir de esos momentos, varios de los ojos se centraron en Magdalia por el resto de la noche, lo cual la tenía al borde de un desmayo por la pena, y eso se notaba en su rostro que se había puesto totalmente rojo, aunque intentaba ocultarlo tras sus manos. Pero por encima de todas las cosas sentía un tremendo enojo por dentro. ¿Cómo se atrevía a hacer eso? ¿Quién se creía que era? Magdalia tenía demasiadas ganas de abofetearlo, por lo menos unas tres veces, pero decidió aguantárselas.

- ¿Lo ve?, ahora no tiene de que preocuparse. – Agregó divertido el albino y entonces comenzó a caminar en la misma dirección a la que se dirigía originalmente.

Shougo tenía demasiados deseos de partirle la cara en ese mismo momento; hacia mucho que no conocía a una persona que lo irritara tan rápido y tan fácil. Era obvio que se quería hacer el chistoso y simplemente hacerlo enojar por mera diversión. Si asistía a la reunión luego de eso, ¿le estaría siguiendo el juego no? ¿Lo había hecho para molestarlo y esperando que no lo hiciera o que sí lo hiciera? Kaioh ya se estaba adelantando a alcanzarlos, por lo que casi por mero reflejo Shougo lo imitó.

- Esperen afuera. – Murmuró mientras se alejaba. – No hablen con nadie, y ahora no la dejes sola.

Ese comentario fue acompañado de una rápida y penetrante mirada hacia Shouzo el cual se sobresaltó sorprendido, era evidente que de alguna forma lo estaba regañando. Lo peor del caso, es que Shouzo sentía que tenía razón.

- - - -

La habitación elegida para la reunión era circular, con suelo alfombrado y paredes cubiertas con un tapiz rojizo y grabados dorados de figuras y signos chinos en él, entre las que se distinguían dragones, tigres, garzas, y monos, todos brincando alrededor como si interpretaran una danza; ese decorado definitivamente no concordaba con el resto de la casa que era meramente de estilo occidental. El cuarto no tenía ningún tipo de ventana, y la única entrada era la puerta de roble por la que habían entrado. Había varias telas y cortinas colgando de las paredes, como si decoraran ventanas que no existían, y la única iluminación era un candelabro que colgaba del techo, justo en el centro de la habitación, pero éste no alumbraba del todo bien, pues en general el cuarto se mantenía a luz tenue. Era difícil para Shougo el imaginarse cuál era la función específica de ese espacio. De hecho, su forma circular era lo que más lo desconcertaba, pues le era difícil saber cómo en la arquitectura propia de la casa, meramente cuadrada o rectangular, encajaría un círculo como ese. Eso sólo le ayudaba a verificar que no era más que una casa de locos.

Otro dato curioso era que, pese a que no se encontraban muy lejos del salón de baile, no se escuchaba ni una sola voz, ni tonada... de hecho, no se escuchaba absolutamente nada, como si no existiera ningún mundo detrás de esa puerta. Eso lo hacía sentir aún más incomodo.

Los líderes se encontraban sentados en una mesa rectangular y larga que era el único mueble del cuarto. En el centro estaba Enishi, a su derecha se encontraban Hei-shin, Chang-zen, y una silla vacía que pertenecería a Ming-hu, en ese orden. A su izquierda, podía verse a Hong-lian, Zhuo, y por último a Aang. Al igual que en la reunión que acababan de tener el día anterior, cada uno tenía a sus espaldas a alguien que lo protegía: Xung estaba de pie detrás de la silla de Enishi, uno de los cuatro enormes guardaespaldas de Hei-shin estaba detrás de éste, mientras los otros se encontraban a su vez atrás del primero en fila, y otros más se encontraban resguardando las espaldas del resto de los líderes. Además, en cuanto entraron, la puerta había sido al parecer cerrada con llave, y tres hombres armados se habían quedado afuera en el pasillo como guardias. Una vez más el exceso se seguridad del Feng Long se hacía presente.

Enishi y los otros estaban sentados los seis al mismo lado de la mesa, mientras Shougo y Kaioh estaban de pie frente a ellos. La escena era casi similar a la de un acusado parado frente a un jurado, y esa era de seguro la impresión que querían dar. La verdad eran muy astutos, una estrategia de negociación muy efectiva, pues no sólo estaban ellos seis, tenían a todos esos hombres detrás de ellos, lo cual de seguro sería intimidante para cualquiera. Para Kaioh, sin embargo, esto no parecía un problema, o al menos no en un principio. El hombre de cabeza rapada estaba parado en el centro, justo frente a la mesa, recitando un discurso, que obviamente ya tenía preparado, mismo que le parecía algo aburrido incluso al propio Shougo, con más razón a sus verdaderos oyentes. Aún así nadie lo interrumpía, ya fuera por simple cortesía, o tal vez por la mera curiosidad de saber a donde quería llegar.

- Y es así como el Gobierno Tokugawa no sólo nos arrebato nuestra libertad de profesar nuestra religión – Pronunciaba mientras caminaba de un lado a otro como hacían frecuentemente los oradores de su clase. – Nos quitó nuestro país, nuestra identidad, nuestros futuros, y nos obligó a vivir una vida de marginados, proscritos. No me mal entiendan. – Se detuvo un segundo, alzando una mano hacia los hombres que lo escuchaban. – Nosotros, al igual que otros, logramos encontrar un hogar en estas tierras de China, en sus ciudades en donde fuimos libres. Sin embargo, muchos aún no podemos olvidar aquel fuerte deseo que surgía en nuestros corazones, al ver hacia el mar, en dirección a donde se encuentra nuestro querido Japón, deseo de tener una tierra, un reino, una nación libre de las leyes del hombre, y donde los Cristianos de Oriente pudiéramos ser realmente libres; una verdadera tierra prometida. Y es entonces cuando una luz de esperanza surgió para nosotros, el pueblo del Señor.

En ese momento, se giró hacia atrás, apuntando con sus ojos y con su mano derecha hacia Shougo, quien todo ese rato había estado parado prácticamente frente a la puerta, con sus brazos cruzados prefiriendo ver todo de lejos. Sin embargo, intencionalmente Kaioh había hecho que la atención de la reunión se centrara en él; eso explicaba porque tanta insistencia en que asistiera, era parte de su discurso.

- Amakusa Shougo aquí presente, que porta consigo la espada de Dios, el sucesor del camino de nuestro primer gran líder, Shiro Amakusa, él es nuestra luz de esperanza. Esta esperanza es una semilla, que dará frutos en nuestra tierra de Shimabara, en donde Shiro Amakusa realizó su rebelión hace doscientos cincuenta años. Ahí, en esa península, es donde al fin, luego de tantos años de opresión, de escondernos, de ocultarnos, nacerá la Tierra Sagrada, un lugar libre para todos los Cristianos de Oriente. Pero para lograrlo, necesitamos de su apoyo y colaboración. – Al decir las últimas palabras, se giró rápidamente hacia la mesa. – Hemos venido aquí a infundir nuestro mensaje entre el pueblo Cristiano que habita en las calles de Shanghái y poder reunir fuerzas para poder hacer realidad nuestro sueño, fuerza que sólo ustedes, el gran grupo Feng Long, puede otorgarnos.

La última palabra de Kaioh resonó un poco como eco por las paredes del cuarto, y luego, todo se sumió en silencio por algunos segundos. Los líderes se voltearon a ver entre ellos, e incluso pudieron notar como algunos intercambiaban palabras al oído en voz baja. Eso siguió igual hasta que de repente Hong-lian rompió el silencio, aplaudiendo de manera pausada con sus manos.

- Buen discurso, muy impresionante. – Agregó el mafioso robusto mientras aplaudía. – Aunque un poco ensayado, señor Kaioh.

Ese último comentario hizo que la sonrisa desapareciera del rostro de Kaioh.

- Para futuros usos, dos consejos. – Agregó Zhuo, con un aparente tono sarcástico en su voz. – En primer lugar, que bueno que hayan encontrado un hogar en los puertos de China, pero le recuerdo que eso es gracias a los ingleses, no gracias a nosotros, así que no sé que quería lograr con eso.

El comentario de Kaioh había sido demasiado imprudente en ese punto. Si habían podido refugiarse en los puertos de China, era gracias a que los ingleses los habían convertido prácticamente en colonias, algo que obviamente a la mayoría de los chinos no les agradaba. Zhuo prosiguió.

- Y en segunda, ¿No han pasado ya once años desde que terminó el gobierno Tokugawa en Japón? Y, hasta donde tengo entendido, el actual gobierno no prohíbe el cristianismo. ¿Cuál es el problema entonces?

Kaioh guardó silencio; algo de sudor frío se hacía presente en su frente, pero gracias la luz tenue del cuarto nadie lo notó. Luego de un rato iba a intentar explicarse, pero Chang-zen se le adelantó.

- Obviamente sólo quieren causar desastre, ¿o no? – Comentó el líder con notorio enojo; Chang-zen se veía más lucido cuando estaba enojado. – ¿No tuvieron suficiente con todo el alboroto que hicieron en los países Árabes hace siglos y lo que hicieron aquí en China?

- Chang-zen, contrólate. – Intervino Aang de inmediato; parecía que Chang-zen quería tomar el lugar de Ming-hu para causar problemas.

- Evidentemente el gobierno Meiji no prohíbe más el Cristianismo de manera oficial. – Escucharon todos como Enishi explicaba, tomando las riendas del asunto antes de que eso empeorara. – Sin embargo, el gobierno no es todo el país, en especial cuando éste lleva sólo una década de haberse formado. Si no me equivoco, debe de haber aún mucha gente, sobre todo los nacidos en la era pasada, que no ven con buenos ojos las cosas e ideas occidentales, y principalmente al cristianismo. Hombres, mujeres, niños, incluso oficiales, policías, soldados. Así que, realmente no es una gran libertad.

Mientras Enishi hablaba, Shougo pudo notar como éste colocaba sus ojos sobre él, casi como si sus palabras fueran dirigidas directo a su persona.

- Además, años de opresión, agresiones, daños y... muertes, no se curan con un cambio de administración. ¿No está de acuerdo conmigo, señor Amakusa?

Había pronunciado su nombre con fuerza para que todos lo escucharan. Enishi parecía estarlo invitando a participar en la plática, pero éste no iba a aceptarlo. Sin embargo, le confundía un poco su comentario. ¿Por qué le decía eso específicamente a él?

- Intentemos no darle muchas vueltas al asunto, por favor. – Comentó con fuerza el Número Dos del Feng Long, intentando llamar la atención de todos. – Pese a que no dudamos de sus buenas intenciones, y de su noble causa, por más palabras bonitas que usen para decirlo, ustedes vienen aquí a comprarnos armas. Ustedes son clientes, nosotros somos vendedores, y como han de adivinar, nadie sentado en esta mesa es cristiano, y sólo nuestro Jefe es japonés. Así que, es mejor poner las cosas claras, ¿no les parece?

- Lo qué Hei-shin trata de decir es, ¿qué es lo qué buscan y cuanto están dispuestos a gastar en ello? – Agregó Aang de manera directa.

- Esa no es la manera correcta de hacer negocios, Aang. – Comentó Hong-lian, no del todo de acuerdo con la manera de expresarse de Hei-shin y él.

- Tú eras el interesado en terminar esto rápido, ¿o no? Seamos honestos y directos, ¿disponen del capital como para realizar una compra de la magnitud de algo como lo que buscan? – De pronto, Aang alzó su mano hacia el frente, señalando directo hacia Shougo. – Porque aquel hombre, puede tener la Espada de Dios y lo que sea, y ser la reencarnación de no sé quién. Pero no lograran la independencia de nada sólo con eso.

Kaioh intentaba mantener la calma, pero para cualquier persona eso no sería fácil de lograr. Kaioh era un experto orador. Casi siempre sabía qué decir y cómo decirlo para convencer a las personas, como todo un predicador. Claro que tal vez estaba olvidando que en ese momento no trataba ni con cristianos, ni con simples campesinos, y por lo tanto las cosas se ponían más difíciles. Se aclaró su garganta y se paró con firmeza para contestar la pregunta.

- En efecto, no les mentiré. Todo lo que nos han dicho, lo tenemos muy claro. Y es verdad lo que usted piensa. Sí contamos con un capital considerable a nuestro favor, mas no poseemos el suficiente como para comprar todo lo que necesitamos para hacer realidad nuestro deseo. Pero por eso...

- Por eso vinieron hasta aquí a decir toda esa sarta de cosas y terminar pidiendo limosna. – Interrumpió abruptamente Chang-zen con fuerza. – No nos hagan perder nuestro tiempo con tonterías.

- Chang-zen, ¡cálmate! – Agregó Aang de nuevo.

- Tú mismo acabas de decir que no nos andemos con rodeos... - Las palabras de Chang-zen fueron interrumpidas en ese momento por una aguda tos.

- Yo lo hago como negociante, tú sólo estás dejando que tus viejos prejuicios nublen tu mente. Para eso, te hubiera privado de venir como hizo Ming-hu.

La atmosfera se había puesto muy tensa de golpe. No era que realmente le importara, pero era evidente para Shougo que sería prácticamente imposible convencerlos cuando ni ellos mismos parecían estar de acuerdo en algunos temas. Eso seguía siendo una completa pérdida de tiempo, como siempre lo había previsto. Lo más sensato sería salir de ese cuarto e irse de esa casa antes de las cosas empeoraran.

- Yo quisiera hacer una pregunta. – Interrumpió de pronto el jefe del Feng Long, alzando su mano y haciendo que todos los demás se callaran. – Una pregunta al señor Amakusa.

Enishi de nuevo dirigía sus ojos directo al hombre que se había quedado de oyente al fondo durante todo ese tiempo, pero ahora señalándolo con su dedo. Todos los presentes se volvieron de nuevo hacia él, lo cual era raro pues quien estaba hablando era Enishi. El albino sonrió divertido al ver como Shougo pareció sobresaltarse un poco por su acción. Se recargó por completo contra el respaldo de su silla y cruzó sus piernas, poniéndose aparentemente en una posición cómoda para hacer su "pregunta".

- Dígame, hablando ya enserio. ¿Es realmente la reencarnación de Shiro Amakura? – Pronunció con un tono profundo y penetrante. – O mejor, cambió la pregunta... ¿Es usted el Hijo de Dios? Y me refiero al Hijo verdadero de Dios, ¿o es algún hermano perdido de Hong Xiuquan?

Zhuo y Hong-lian reaccionaron a ese comentario con una risa divertida, aunque la de éste último, como siempre, fue más aguda y fuerte. Aang también pareció divertido, pero se limitó a sólo sonreír. Mientras tanto, Hei-shin y Chang-zen no parecieron compartir su mismo sentido del humor, pero era de esperarse de ellos dos. Shougo, sin embargo, mucho lejos de sentirse divertido, se le notó especialmente molesto; esa había sido la gota que derramó el vaso.

- ¿Le parece divertido? – Comentó con fuerza el cristiano.

- Oh no, no, no. – Contestó rápidamente el mafioso de lentes oscuros, agitando un poco sus manos delante de él. – Hablo enserio. Realmente quisiera saberlo.

El tono de burla en la voz de Enishi era de más notable; ni siquiera se estaba esforzando por disfrazarlo. Sólo lo estaba haciendo enojar, lo había estado haciendo desde la primera vez que lo oyó abrir la boca, e incluso desde antes al atreverse a llevar a su hermana a la pista de baile. Era obvio que estaba acostumbrado a bromear con todo el mundo, insultarlo y humillarlo, y que la gente solamente agachara la cabeza sin decir nada por el mero miedo a hacerlo enojar. Se sentía el rey del mundo, el que podía hacer lo que quisiera con quién quisiera. Pero no sabía con quien se estaba metiendo: Shougo Amakusa no sería uno más de sus bufones.

Antes de que Kaioh pudiera intervenir para aligerar las cosas, Shougo comenzó a caminar hacia el centro del cuarto, logrando que la luz del candelabro lo tocara. Sus ojos parecían casi arder y en su andar se hacía notar la furia que lo inundaba.

- Poco importa realmente en esta sala si soy o no la reencarnación de Shiro Amakusa. – Pronunció mientras se acercaba, hasta quedar de pie frente a Kaioh, y por lo tanto frente a esa mesa. – Poco importa también si soy o no el Hijo de Dios. No tengo porque convencerlos a ustedes o a alguien más; yo sé bien quién soy y lo que seré. Pero si tengo que afirmar algo aquí mismo, afirmaré esto: La Tierra Sagrada de Dios que soñé el día mismo en que salí de Shimabara, será una realidad, con o sin su ayuda, de eso no tengan la menor duda. – Las expresiones de todos, incluido Kaioh, se volvieron incrédulas ante sus palabras; el único que permanecía tranquilo era el autor de la pregunta. La voz de Shougo subió de tono de golpe, y ésta resonaba por toda la habitación con fuerza. – Aunque tenga que hacerlo con estas manos y con mi espada, ¡con eso me basta! ¡¡Por qué yo me convertiré en algo más allá de cualquier Dios!! Así que yo no he venido a pedirle limosna a nadie, ¡y menos a escorias como ustedes!

- ¡Shougo-sama! – Exclamó Kaioh atónito, y no era el único.

El eco de las últimas palabras pronunciadas por Shougo resonó por un rato más, y luego todo se sumió en silencio. Los líderes no sabían bien que decir; en efecto, no estaban acostumbrados a que alguien les hablara así, o más bien que se atreviera a hacerlo. De inmediato, todos los guardias a las espaldas de ellos se pusieron en posición, listos para echárseles encima a ambos; sólo necesitaban una orden para hacerlo.

- ¡¿Cómo se atreve?! – Exclamó furioso Hei-shin, poniéndose de pie y azotando sus manos contra la mesa – ¿Es qué no sabe dónde está parado...?

Hei-shin sintió en ese momento que Enishi lo tomaba del brazo, al parecer indicándole que se detuviera. El albino se encontraba sentado en la misma posición, con sus ojos totalmente puestos en Shougo. De hecho, ambos se estaban viendo mutuamente, casi como si estuvieran peleando con sus miradas.

- Entiendo. – Murmuró el japonés, sonriendo con tranquilidad. – Tengo una última pregunta.

El albino se inclinó hacia el frente, pegando sus manos sobre la mesa, sin perder de vista al cristiano ni un segundo.

- Dígame una cosa más. ¿Cuál es el verdadero motivo que mueve sus intenciones, señor Amakusa? – Shougo se extrañó al escucharlo sin saber a qué se refería, reacción, que como todo lo anterior, le producía mucha gracia al mafioso. – Por qué ahí hay algo más además de querer crear una Tierra de Paz y Amor para su gente. Hay otros motivos, ¿cierto? ¿Será justicia? ¿Ira? ¿Odio? Oh, ¿venganza tal vez?

Los ojos de Amakusa se fueron abriendo más y más conforme ese sujeto continuaba con sus afirmaciones. ¿A qué quería llegar? ¿Qué estaba tratando de hacer? ¿Lo estaba leyendo? ¿Todo eso que había hecho y dicho era para eso? ¿Quién demonios se creía? Su mirada se llenó de furia, su mandíbula se cerró, sus dientes rechinaban y sus puños se apretaban. Lo que no sabía es que todo eso sólo demostraba que Enishi estaba en lo correcto.

- ¿Quiere vengarse no es así?, ¿No es ese uno de sus motivos ocultos? No puede pelear contra un gobierno que ya no existe, pero de alguna manera quiere que alguien pague por lo que le hicieron... ¿No es así? ¿Qué le hicieron, Señor Amakusa?

- ¡Se equivoca! – Contestó rápidamente el castaño, intentando mantener la calma. – No hay nada más que mueva mis actos, nada...

Ambos volvieron a verse mutuamente en silencio, librando una vez más una pelea con sus solas miradas. Era claro para cualquiera que Enishi había tocado una herida, y Amakusa había reaccionada de muy mala forma ante ello. Ahora, ambos se encontraban en un punto de máxima tensión, en donde un paso en falso podría desencadenar una pelea, y eso incluía alguna palabra inapropiada por parte de los otros líderes. De pronto, ese agudo y tenso silencio fue roto por una risa ligera que surgió de los labios del albino, seguida de una risa más fuerte y armoniosa que dejó a todos confundidos. No era una risa burlona, ni cínica, era más bien... ¿divertida?

- Me agrada señor Amakusa, enserio que sí. – Comentó entre risas mientras se volvía recargar contra su silla; luego de un par de segundos pareció calmarse. – Como deben de comprender, y como mis socios ya han expresado muy claro, no somos el gobierno ni ninguna asociación y no estamos en la libertad de estar haciendo "caridad". Somos empresarios, invertimos y ganamos, eso es lo que hacemos, ¿entienden? Me temo que no podríamos ofrecer a su causa más que...

Enishi calló de nuevo, ahora alzando su mirada hacia el techo, más específicamente al candelabro sobre ellos. No estaba viendo el candelabro realmente, de hecho, no miraba nada, simplemente intentaba aclarar sus ideas antes de proseguir con lo que estaba diciendo.

- Doscientos cincuenta mosquetes modernos estilo europeo, cinco barcos de madera armados con cañones laterales, y unas treinta ametralladoras al estilo norteamericano; es poco, pero es un comienzo. – Todos se sobresaltaron sorprendidos al oír lo que, lógicamente, se trataba de una oferta. Los más impresionados eran los otros cinco Líderes. – Veinticinco por ciento del pago por adelantado y se pueden llevar las armas. El otro setenta y cinco por ciento puede ser negociable. ¿Qué les parece?

Todos se quedaron estupefactos al oír eso, sin poder pronunciar ni una sola palabra. ¿Qué demonios era lo que acababa de hacer? Un segundo atrás estaban hablando de que no tenían suficiente dinero, y que de seguro no podían hacer negocio, ¿y al siguiente les estaba haciendo una oferta de tal magnitud sin siquiera consultarlo con las personas que tenía a su lado? ¿Qué era lo que estaba pensando? ¿Qué había visto en esas palabras dichas por aquel individuo que lo llevó a hacer algo como eso?

Kaioh y Shougo también estaban sorprendidos, tal vez incluso más que los líderes del Feng Long. ¿Qué había sido eso? ¿Por qué había dado esa oferta de la nada? ¿Le había convencido la respuesta de Shougo? Pero si no había respondido nada, ¿a qué estaba jugando? Fuera el líder o no, ¿cómo podía atreverse a hacer eso cuando era obvio que sus socios no estaban para nada de acuerdo? A Kaioh, sin embargo, no le importaba mucho hacer preguntas; era mejor aprovechar las cosas mientras aún tenía la oportunidad.

- Muchísimas gracias, señores. – Exclamó con fuerza Kaioh, dando varios pasos al frente y haciendo una profunda reverencia que sólo podría haber sido superada si se ponía de rodillas y besara el suelo. – No sé qué decir; estamos muy agradecidos con su generosidad.

Kaioh se estaba rebajando a un nivel de lambisconería que para Shougo rozaba en el asco. La manera en que se humillaba ante esos tipos era inaceptable. Pero igual, eso no era lo principal en la mente de Shougo. Ese sujeto de cabellos blancos tenía algo entre manos, esa era la única explicación de su acto. Pero, ¿qué era lo que quería?

- Pero bueno, esto es una fiesta, así que continuemos con la noche y ya veremos luego los detalles finales. – Indicó el albino y le hizo un ademan con la mano a dos de los guardias a sus espaldas, los cuales se dirigieron hacia los cristianos. – Si nos disculpan, necesitamos conversar en privado. Estos amables caballeros los escoltaran de nuevo al salón de baile.

- Por supuesto. – Contestó Kaioh de la misma forma que antes, y comenzó a caminar con su mirada agachada. – Con su permiso...

Shougo no avanzó al mismo tiempo que Kaioh y aquellos dos hombres que se dirigían a la puerta. En lugar de eso, se quedó de pie en el mismo sitio, mirando fijamente a Enishi con desconfianza, mientras éste le regresaba al mismo tiempo una expresión calmada y serena. Se quedaron así por un par de segundos más, hasta que el cristiano se dignó a darse media vuelta y caminar de mala gana hacia la salida.

- Esto no me huele bien, Kaioh. – Susurró en voz baja, mientras uno de los hombres que los escoltaban abría la puerta.

- No se preocupe, yo me encargaré del resto de ahora en adelante. – Respondió el hombre calvo, sonriendo ampliamente con ligera malicia.

Las cosas habían salido mejor de lo que esperaba. Kaioh no era ningún tonto, también se había dado cuenta de que había una doble intención en los actos de aquel individuo. ¿Cuáles? Tampoco lo sabía, pero fuera lo que fuera lo usaría en su beneficio hasta donde le fuera posible.

Una vez que los invitados salieron, las puertas fueron cerradas de nuevo; ese era el momento de las aclaraciones, y todos estaban muy ansiosos de escucharlas. Las miradas de los hombres sentados en esa mesa se centraron en Enishi. Había tantas cosas por preguntar que no sabían ni por donde debían iniciar; por suerte, fue Hei-shin quien tomó la iniciativa.

- ¿Exactamente qué estás pensando hacer, Ensihi? – Cuestionó Hei-shin molestó. – ¿Esa cantidad de armas con tan sólo un pago del veinticinco por ciento? Dijiste que no hacemos caridad, pero en efecto no sé qué rayos es esto.

- Tranquilo Hei-shin. – Intervino Hong-lian, colocando una mano sobre el hombro del albino. – No son tantas armas, lo único costoso que ofreció fueron los barcos. Pero de seguro Enishi tiene algo entre manos, ¿no es así chico?

Enishi cerró los ojos un momento y sonrió ampliamente mientras se recargaba de nuevo contra el respaldo de su silla. Se quedó callado por casi medio minuto, al parecer intentando encontrar la mejor manera de expresar lo que estaba pensando. Como casi todo en ese negocio, un paso en falso puede ser el último, y en esa ocasión, una palabra o idea mal expresada podría ser su ruina. Claro que ese nunca había sido un problema para Enishi; él siempre sabía exactamente qué decir, y como decirlo.

- Es sólo una idea que se me vino a la mente, señores. – Pronunció de pronto con profunda tranquilidad. – Estaba pensando en la conversación que tuvimos el día de ayer, con respecto a comenzar a expandir nuestros negocios en el gran Imperio de Japón. Para lograr eso, sin embargo, es importante disponer de ciertos puntos de apoyo. Nagasaki es el puerto principal del sur que comunica al Japón con occidente y el continente. En el pasado, cualquier mercader occidental clandestino podía llegar al puerto y hacer de las suyas, y el gobierno del Shogun ni siquiera se lograba enterar. Pero ahora el nuevo gobierno Meiji está comenzando a unificar cada vez más y más las regiones del país, y presentan un control constante de su territorio. De tal manera que no podemos jugar en Nagasaki como lo hacían en el pasado.

Los cinco líderes lo escuchaban atentamente. Todos recordaban claramente la conversación en la reunión de ayer, pero no estaban muy seguros a que quería llegar con todo eso, y más importante, qué tenía que ver eso con el tema de los cristianos y las armas que le había ofrecido. Enishi sintió las ansias de sus oyentes, por lo que decidió ir al grano, aunque a su modo muy particular.

- Entonces, ¿no sería espectacular tener un sitio personal donde realizar nuestras operaciones?, ¿un lugar tan cerca de Japón y a la vez un lugar donde el gobierno Meiji no pueda entrometerse? – Los cinco parecieron sorprenderse al escucharlo decir eso; al menos dos de ellos adivinaron en ese momento a donde iba. – Al hacerme esta pregunta, no puedo evitar pensar en la "República Independiente de Shimabara".

Los cinco líderes, incluso Hei-shin, guardaron silencio intentando digerir la información. No lo habían pensado de esa forma, por lo que intentaban procesar esa opción lo más rápido que les era posible. La idea que Enishi expresaba era muy sencilla: si querían extenderse a Japón, necesitaban contar con puntos de operación cerca, o de preferencia dentro del territorio japonés. Ninguno poseía conocimientos específicos de dónde se encontraba geográficamente Shimabara, pero según las palabras de Enishi, de seguro se encontraba en la parte sur, tal vez no muy lejos de Nagasaki. Por lo tanto, si era así, era una buena opción si es que había una posibilidad de usarlo. Pero había más detalles que considerar al respecto.

- En otras palabras, estás proponiendo tener nuestro propio centro de operaciones general justo en medio de un territorio independiente, ¿no es así? – Comentó Zhuo, resumiendo lo dicho por el jefe.

- Y también en perfecta posición como el propio puerto de Nagasaki. – Agregó Enishi a la explicación.

- No es mala idea. – Escucharon como Chang-zen decía, aunque no parecía del todo feliz de aceptarlo. – Es algo inteligente, y ha funcionado antes.

- Pero es un juego muy arriesgado, y hay muchas cosas que considerar para hacerlo. – Interrumpió Hei-shin abruptamente. – El primero, y más importante, nada nos asegura que un movimiento como el que estos cristianos proponen logré la independencia de ese sitio.

- A grandes riesgos, grandes ganancias, ¿o no? – Fue la respuesta despreocupada de Enishi.

Hei-shin pareció molestarse. La idea no era mala, pero tenía demasiados fallos. El problema era que Enishi siempre hacía ver todo lo que decía como una grandiosa idea para todos, aunque no fuera ni cerca de eso.

- Esa no es una respuesta. – Agregó con fuerza el número dos del Feng Long. – Supongamos por un momento que les financiamos su campaña, y supongamos que tienen éxito. ¿Qué nos asegura que estos cristianos aceptarían que usáramos sus tierras como punto de operaciones?

- ¿Acaso podrían negarse? – Comentó Zhuo, encendiendo un cigarrillo. – Si les damos sus armas a tan buen precio, y los ayudamos, y encima podemos crearles empleos y fuentes de ingresos, ¿Por qué se negarían?

- No, Hei-shin tiene razón. – Respondió Enishi en voz baja, mirando al frente de forma pensativa. – Los notorios principios moralistas cristianos del señor Amakusa o de su hermanita pueden impedir que acepten que su "Tierra Santa" sea escenario de nuestros trabajos no muy puros a sus ojos. – Enishi guardó silencio, pensando detenidamente, y luego volvió a sonreír. – Por otro lado, ese sujeto Kaioh parece ser diferente, ¿lo notaron? No creo que a él le molesten tanto nuestros métodos si se los planteamos de la manera adecuada.

Era cierto, aquel hombre de nombre Kaioh era diferente al tal Amakusa. Todos los sentados ahí poseían la suficiente experiencia y "colmillo" como para identificar el tipo de persona que se paraba ante ellos, y ese hombre era totalmente transparente. Habían visto esa mirada en muchas ocasiones, esas facciones, ese modo de hablar, de moverse... Los habían visto en centenas de clientes, comerciantes, proveedores, incluso en sus ladrones y asesinos. Si no lo hubiera expresado tan eufóricamente, ninguno creería que era realmente un devoto cristiano. ¿Podría ser que había algún tipo de intención oculta detrás de todas esas palabras elegantes y bonitas?

- Puede ser. – Comentó Aang. – Pero al parecer quien tiene la influencia es el sujeto con apariencia occidental.

- Sí, pero el cerebro es el otro, eso es evidente. – Contestó Hei-shin, apoyando sus codos en la mesa y cruzando sus dedos frente a los ojos; la idea pareció agradarle ligeramente después de todo. – Y también parece mucho más interesado en hacer negocios con nosotros. No es tan mala idea, Enishi, pero igual me parece muy arriesgada. Podría intentar negociar con él todos estos aspectos en "privado". ¿Pero qué pasará si el tal Amakusa se entera?

- Y no olviden que tenemos otro cliente japonés. – Señaló Zhuo. – Si ponemos nuestros intereses con los cristianos, deberíamos de cuidar que no se contrapongan con los de este otro individuo. ¿Cómo se llamaba?

De momento nadie recordaba su nombre con claridad, pero hablaban de aquel empresario japonés que también estaba interesado en comprarles armas, especialmente un barco de guerra revestido en acero, una petición muy peculiar. Desde el día anterior ya habían supuesto que ambos estaban planeando hacer algún tipo de movimiento; ya confirmaron que Amakusa sí, ahora faltaba ver las intenciones del otro.

- Lo del otro comprador lo analizaremos en su momento. – Comentó el albino. –Por lo pronto, Hei-shin, tú encárgate de negociar con el tipo de cabeza rapada; yo me puedo encargar de negociar con el señor Amakusa.

- ¿Cómo dices? – Exclamó confundido el subjefe. – ¿Qué tienes pensado hacer para "negociar" con él? A simple vista no te traga, y apenas te acaba de conocer.

Eso fue igualmente claro para todos los demás. Cada vez que Enishi le dirigía la palabra, o lo mencionaba siquiera, parecía que el tal Amakusa se le iba a lanzar encima a golpearlo. Enishi tenía un don especial para hacer eso, pero ese pareció ser un caso muy espacial. Definitivamente aquel individuo preferiría negociar con cualquiera, menos con él.

- Tengo mis métodos, Hei-shin, no te preocupes. – Fue su respuesta sencilla.

- ¿Tiene algo que ver con su linda hermana? – Escuchó como Aang comentaba ligeramente burlón. – Xiao me dijo que es por ella que ese tipo te atacó en la pista.

"Xiao boca floja", fue lo único que pasó por la cabeza de Enishi en esos momentos. Debió de haber sabido que iría de soplón a decir que andaba con la cristiana. No era que le molestara, o que a la gente le molestara realmente; simplemente no era algo que quisiera que tanta gente supiera. Y como era obvio para él, lo siguiente sería algún comentario hiriente por parte de Hong-lian.

- ¡Enishi picaron! – Exclamó el mafioso, dándole un par de esas fuertes palmadas en la espalda, haciendo que prácticamente quedara contra la mesa. – ¿Así que te gustan las chicas buenas y vírgenes?

- No se trata de eso. – Comentó casi sin aire, intentando sentarse derecho, arreglándose sus anteojos. – Pero sí, tiene algo que ver con la princesita cristiana.

- Ten cuidado, Enishi. – Agregó Chang-zen con la mirada algo dormida. – Los líos de faldas son muy peligrosos, en especial si los mezclas con los negocios.

- Grandes riesgos, grandes recompensas, maestro Chang-zen. – Fue de nuevo su sencilla respuesta, y entonces se puso de pie rápidamente. – Andando caballeros, que la noche aún es larga.

Esa frase les quitó los ánimos a todos de seguir discutiendo. Después de todo eso era una fiesta, y ya no tenían muchos deseos de seguir hablando de asuntos tan complicados; ya habría otras oportunidades. Los demás líderes de pararon también de sus sillas y, seguidos por su guardia, comenzaron a caminar hacia la puerta de manera relajada y tranquila. Todos hablaban de temas distintos a los que habían tratado hace sólo un minuto atrás, como si todo el asunto hubiera pasado. Pero claro, todos tendrían mucho tiempo de meditarlo mientras conciliaban el sueño.

Algunos de seguro no se encontraban del todo conformes con la reunión, pero ese no era para nada el caso de Enishi, y eso se notaba en la amplia sonrisa llena de astucia que dibujaban sus labios; todo había salido muchísimo mejor de lo que había previsto.

- "Bueno, eso los mantendrá tranquilos y ocupados mientras me encargo de lo mío." – Pensaba mientras salía al pasillo. – "Señor Amakusa, creo que éste es el comienzo de una gran amistad..."

Por dentro, el líder de Feng Long reía a carcajadas. Mientras caminaban por aquel pasillo de regreso a la pista, lo único en lo que Enishi podía pensar, era en aquella sonrisa, esa sonrisa dedicada exclusivamente a él.

FIN DEL CAPITULO 6



Enishi comienza a moverse para llevar a cabo su venganza, pero su sombra se sigue ciñendo sobre los hermanos Amakusa. Los problemas pueden comenzar con un inocente regalo.

Capitulo 7: Claveles

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NOTAS DEL AUTOR:

- El personaje de Shiro Amakusa que se menciona en este capítulo, fue un personaje histórico real, líder del movimiento cristiano conocido como "Rebelión de Shimabara" a principios de la Era Tokugawa, y murió luchando y liderando dicha rebelión. Se le conocía como el "Cuarto Hijo de Dios".
EL TIGRE Y EL DRAGÓN
Por
Wingzemon X


Octubre de 1877. Han pasado diez años desde que Yukishiro Enishi llegó a Shanghái por primera vez. Ahora, es el actual cabecilla del Feng Long, el grupo criminal más poderoso del este de China. Sin embargo, ni aún así ha olvidado aquel deseo que lo llevó al continente en un inicio, esa única idea que ha rondado en su mente todo este tiempo: la venganza, venganza en contra del asesino de su hermana, venganza que se encuentra cada vez más cerca de sus manos. Sin embargo, antes de llevar a cabo su tan añorado plan, conocerá a una persona muy especial, abatida por el mismo doloroso pasado que él, y que podría cambiar su vida, si es que acaso se lo permite…


Ligero UA, intentando adaptar la historia del Jinchuu Arc en la linea del Anime 

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